Es de vital importancia comprender la educación y la empatía desde el ámbito emocional, con una perspectiva crítica que tenga la capacidad de generar conciencia de que ese acercamiento al conocimiento y a la ciencia va ligado a la construcción de cultura ciudadana y democrática. De ahí, la reflexión sobre el papel educativo que cumplimos en la formación profesional y la implicación de acercar a la sociedad hacia el cambio que comportará formar y educar a los ciudadanos del futuro: todos somos uno.
Es necesario que, desde el ámbito educativo y, en concreto, potenciando esta formación, dominemos y diseñemos técnicas y dinámicas para que las personas seamos críticas con la información y las situaciones a las que nos enfrentamos en nuestra vida diaria.
Nelson Mandela, icono de la lucha contra el Apartheid y primer presidente negro de su país defendía la filosofía de vida basada en el Ubuntu. Entendía la existencia como un todo, en la que las individualidades son posibles en tanto en cuanto al conjunto y, consecuentemente, la meta última es el bien común.
En palabras de Amendola (2020), “la única estrategia inteligente es aquella que garantiza la sostenibilidad de todas las partes implicadas, y la comunicación dentro de una metodología colaborativa es sumamente importante para cualquier proceso”. Pero, ¿Cómo se consigue este grado de cooperación y unidad dentro de una organización?
Podemos afirmar que la “emoción en el trabajo” está presente en los nuevos modelos de trabajo y se están siguiendo marcos de enseñanza ligadas al aspecto emocional, entendiendo la educación que ofrecemos como un conjunto de métodos que giran en torno a un aprendizaje cooperativo (Johnson, Johnson y Stanne, 2000).
La empatía es, básicamente, la capacidad de comprender las emociones de las personas que te rodean (Goleman, 2020). Sin embargo, en un nivel más profundo, la empatía trata de definir, comprender y reaccionar ante las preocupaciones y necesidades que subyacen en las respuestas y las reacciones emocionales de los demás.
Pero la empatía se queda incompleta sin la capacidad de gestionar el contagio emocional y compensarlo a través de otra cualidad mental.
Por ello, se hace prioritario hablar de la educación emocional en cualquier proyecto pedagógico desde un enfoque en el que se desarrolle la autonomía, la consciencia de aprendizaje y la reflexión para interconectar el conocimiento y la evaluación de las oportunidades. Es necesario avanzar en una sociedad que está en continuo cambio de mejora, y esto supondrá un esfuerzo recompensado con la satisfacción de ser conscientes de superarnos.
Pero, ¿qué ocurre cuando no estamos preparados para ponernos en el lugar del otro? ¿Existe la posibilidad de ser demasiado empáticos?
          “Si el grado de implicación de una persona que se dispone en actitud empática con otra no es correcto, se corre el riesgo de caer en lo que se llama la trampa del mesías: amar y ayudar a los demás olvidándose de amar y ayudarse a sí mismo”
- Carmen Berry
Por ello, la ecpatía juega un papel tan importante en la salud emocional, y se necesita tanto como la empatía para funcionar adecuadamente. La ecpatía es un concepto nuevo que el Psiquiatría J.L. González de Rivera (2005) define como “concepto complementario de empatía, que permite el apropiado manejo del contagio emocional y de los sentimientos inducidos”. En referencia a esto, es importante remarcar que la ecpatía, de acuerdo a esta definición, es voluntaria, un esfuerzo consciente por no perder de vista nuestros propios deseos, necesidades y emociones al relacionarnos con los demás.
Estas competencias se deben llevar a cabo mediante una comunicación activa, teniendo un contacto directo con las personas y apostando por el apoyo y la inclusión, haciéndolo a través de un proceso de formación basado en una educación emocional sana. Dicho todo esto, podemos afirmar que existe una innovación pedagógica dentro de toda organización y que debemos observar con detalle: nunca podrás ayudar al otro si sus sentimientos o emocionales acaban sobrepasándote.
Cualquier institución contribuye a la cooperación entre la comunidad generando redes de colaboración, información y gestión de servicios relacionados con la formación profesional. Por esta razón, cada vez más se está potenciando este paradigma de una forma tanto emocional, ya que nos encontramos en contacto permanente tanto con las empresas contratantes como con los usuarios con los que trabajan; como constructivista, para generar un aprendizaje colaborativo en torno al individuo con el fin de prepararle para el mundo laboral y las características que este comporta.
Es imprescindible que adoptemos una visión externa y nos alejemos de cualquier situación emocional tóxica, potenciando una pedagogía orgánica la cual nos permita adoptar las medidas y recursos propicios que impulsen el potencial y el desarrollo de cualquier persona en su desarrollo a lo largo de toda la vida.
El reto de poder conectar con las personas y los procesos, se produce un servicio que nace de las necesidades reales de cualquier sector y, para lograrlo, uno debe cuidar diariamente su cuerpo, su mente, su corazón y su espíritu (Amendola, 2020).
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