Optimización del Desempeño de Activos: Valoración y reducción de riesgos

En el ámbito industrial, la gestión eficiente de activos es crucial para garantizar la seguridad, la rentabilidad y el cumplimiento normativo. Una de las herramientas esenciales en este proceso es la valoración del riesgo, que permite a las organizaciones tomar decisiones fundamentadas sobre el tratamiento y mitigación de los riesgos inherentes a sus operaciones.

Según la ISO 31000, la valoración del riesgo abarca tres pasos clave: identificación, análisis y valoración. Estos pasos se centran en determinar qué eventos adversos podrían ocurrir, sus probabilidades y consecuencias, y compararlos con criterios de riesgo predefinidos. Por ejemplo, en sectores como la energía o la minería, el uso de matrices de riesgo corporativas es habitual para evaluar escenarios hipotéticos y priorizar medidas correctivas.

La priorización de medidas se basa no solo en el nivel de riesgo, sino también en un análisis coste-beneficio. Un ejemplo típico involucra dos posibles estrategias: reducir el impacto de un evento adverso o disminuir su probabilidad de ocurrencia. Ambas alternativas pueden evaluarse en términos de coste y eficacia, utilizando herramientas como diagramas de pareto o curvas de frecuencia y consecuencias (curvas FN).

Estas curvas FN, cada vez más utilizadas en infraestructuras críticas, proporcionan una representación visual que combina probabilidad e impacto. Su principal ventaja radica en la posibilidad de establecer límites de tolerabilidad, lo que facilita la comparación de riesgos actuales con estándares normativos o internos. Este enfoque es particularmente relevante en sectores donde la seguridad de las personas es prioritaria, como el transporte o las presas.

En última instancia, la elección de técnicas de valoración dependerá de factores como el tipo de impacto (económico, social, ambiental), la disponibilidad de datos y los criterios internos de cada organización. Sin embargo, todas comparten un objetivo común: ofrecer una base sólida para decisiones estratégicas que minimicen riesgos y maximicen beneficios.

Optimizar el desempeño de activos no solo implica mantener su operatividad, sino también prever y gestionar los riesgos asociados, asegurando así la sostenibilidad y la resiliencia a largo plazo.